Los Maestros Humanistas
El patito ‘feo’ se convierte en cisne…
Algunos manuales definen la orientación humanista como una terapia basada en la relación terapeuta-paciente. No es incorrecto, pero es demasiado sucinto y simple. La orientación humanista es una forma de trabajar no directiva, siguiendo las pautas que, de forma sutil, nos va marcando el mismo paciente; es también introspectiva (bucea en el interior), como el modelo psicodinámico o el psicoanálisis, pero se sitúa en el mismo plano que la persona teniendo en cuenta su propio concepto o visión de sí mismo.
El enfoque del Humanismo es integral y contempla, sin especulaciones o farragosas validaciones científicas, conceptos específicamente humanos como la libertad, la consciencia, la creatividad, los valores y el sentimiento (crisol de las emociones más primarias sobre las que hay que actuar).
Para el modelo Humanista, la terapia debe centrarse sin contemplaciones en los problemas en sí y menos en los medios o métodos para abordarlos. De poco nos serviría tal o cual técnica ‘objetiva’ si relegamos a un segundo plano el problema por el que somos objeto de consulta. «Los medios no deben prevalecer sobre los fines, sino estar supeditados a éstos». Además, los problemas humanos no pueden tratarse manejando conceptos o constructos abstractos, como subsiste en la mayoría de las orientaciones; se trata de llegar a la experiencia real originaria que causó el desequilibrio. De la empatía con este núcleo central dependerá nuestra actuación como terapeutas, pues de ese profundo conocimiento y cercana comprensión partirá el desarrollo de la terapia.
La terapia Humanista es también Alternativa, Holística e Integradora y presta atención al ser humano en conjunto, no a cada una de sus partes. El ser humano es una unidad irreductible; cada una de sus ‘partes’ está relacionada con todas las demás. Si las aislamos para su análisis o tratamiento, perderán su naturaleza, relevancia y todo su significado. Sus métodos de investigación son fieles a la naturaleza del objeto estudiado, por profunda y compleja que sea ésta.
«La metodología deberá crearse, si es necesario, adaptarse y estar en función de su objeto y jamás podrá sacrificarse la naturaleza del objeto a una metodología prestada y más fácil de aplicar, hecho del cual la Historia de la Psicología nos ofrece abundantes ejemplos» Miguel Martínez Miguélez: “La Psicología Humanista como Nuevo Paradigma Psicológico”.
Muchos de mis colegas ‘Humanistas’ se consideran opuestos a otros modelos más tradicionales como el Conductismo o el Psicoanálisis, de hecho se definen con esta ‘no-pertenencia’ o renuncia. Sin embargo, los padres y principales precursores del Humanismo en Psicología, Abraham Maslow y Carl Rogers, consideraban la Orientación Humanista como «una estructura supra ordenada más amplia» que, por supuesto, debe ofrecer cabida a otras posiciones de la Psicología. Descartaron las dicotomías como ‘pro-freudiano’ o ‘anti-freudiano’, ‘pro-conductista’ o
‘anti-conductista’, etc. Estos maestros señalaron que las futuras investigaciones psicológicas deberían orientarse hacia el estudio y análisis de la complementariedad de los diversos enfoques y no de sus puntos opuestos. La Psicología Humanista desea abarcar e integrar todos los modelos en una visión del ser humano que resulte más amplia y profunda. Diferentes representantes de las ciencias relacionadas con el estudio del ser humano abogan por el futuro de una metodología integradora, que una actuaciones profesionales y no las escinda, como sucede en la actualidad, creando gran confusión entre las personas que necesitan nuestra ayuda como terapeutas. Es muy importante adaptarse y ‘captar’ la estructura de las vivencias profundas que aquejan al ser humano actual, inmerso en un sistema social que se mueve básicamente en relación a conductas externas comprobables y que poco ahonda en el pensar o sentir de sus individuos.
Lo que, en el curso del tiempo, ha enfrentado a la Psicología Humanista con el resto de orientaciones ha sido el factor metodológico. Mientras el Humanismo se centra en el problema que debe analizar y en el respeto a su naturaleza –el ser humano como PERSONA-, la gran mayoría de disciplinas han estado más centradas en sus técnicas y métodos de actuación psicológica, considerados éstos como la única vía posible para lograr algo de confianza y contrastable por la ciencia.
Es muy importante que la Psicología, siga el modelo que siga, no pierda nunca de vista su principal objeto de estudio: la íntima-profunda vida anímica y su correspondiente manifestación externa en forma de pensamientos, emociones y conductas.
«La historia muestra que lo que ayer nos asustaba por considerarlo revolucionario, hoy se considera sólo una buena intuición, mañana llega ser una doctrina anticuada y poco después, será juzgada como represiva o hasta pura superstición. Según la primera edición de la Enciclopedia Británica, el ‘flogisto’ era "un hecho demostrado", según la última edición, el ‘flogisto’ no existe… Al astrónomo Hubble le dieron el Premio Nobel por ciertos hallazgos sobre el comportamiento de las galaxias, pero años después se lo dieron a otro astrónomo por demostrar prácticamente lo contrario. Esta es la vida de nuestra ciencia, y es natural y lógico que así sea. Por ello, no deja de ser lamentable la conducta de muchos investigadores cuyo ciclo de vida intelectual, tanto en la ciencia como en la meta ciencia, se asemeja, más bien, –como ironiza Maslow– al comportamiento de los corales marinos: mientras son jóvenes nadan libremente en el océano, pero más adelante se vuelven sedentarios y se calcifican; así viven seguros en su nicho. La tradición científica ofrece también un nicho tranquilo y pacífico a los investigadores que han aceptado sumisamente los cánones metodológicos consagrados por ella». Miguel Martínez Miguélez: ”La Psicología Humanista como Nuevo Paradigma Psicológico”.